viernes, 3 de junio de 2011

POESÍA HECHA CANCIÓN: SILVIO RODRÍGUEZ



Sortilegio
(Silvio Rodríguez)

Qué se hace una mañana 
en que ves amanecer 
y la vida es una larga 
caminata por hacer 

Qué se hace si esa hora 
fuera rara y familiar 
y al oído te confiara 
todo lo que va a pasar 

Qué se hace si el recuerdo 
se parece al porvenir 
Qué se hace si el adentro 
te pregunta si salir 

Qué se hace si las nubes 
te dibujan por doquier 
sortilegios que supiste 
sortilegios por saber 

Sortilegio sortilegio 
de la copa a la raíz 
sortilegio sortilegio 
cada calle es tu país 

Sortilegio sortilegio 
de la tribu a la nación 
sortilegio sortilegio 
cada día es tu canción 

Tolerancia tolerancia 
palabrita en el mantel 
pocos platos se la sirven 
muchas bocas a comer 

Veintiuno veintiuno 
firmamento del dos mil 
en el cielo la paloma 
va en la mira del fusil 

Qué se hace una mañana 
en que todo lo que fue 
te parece una migaja 
de lo que pudiera ser 

Qué se hace qué se hace 
sino acaso respirar 
y con tu sorbo de aire 
levantarte y caminar 

Sortilegio sortilegio 
de la copa a la raíz 
sortilegio sortilegio 
cada calle es tu país 

Sortilegio sortilegio 
de la tribu a la nación 
sortilegio sortilegio 
cada día es tu canción



Testamento

(Silvio Rodríguez)

Como la muerte anda en secreto
y no se sabe qué mañana,
yo voy a hacer mi testamento,
a repartir lo que me falta;
pues lo que tuve ya está hecho,
ya está abrigado, ya está en casa.
Yo voy a hacer mi testamento
para cerrar cuentas soñadas.

Le debo una canción a la sonrisa,
a la sonrisa de manantial, esa que salta:
le debo una canción a toda prisa,
para que quede que estuvo cerca, agazapada.

Le debo una canción a lo que supe,
a lo que supe y no pudo ser más que silencio:
le debo una canción, una que ocupe
la cantidad de mordazamor de un juramento.

Le debo una canción a los pecados,
a los pecados que no gasté, los que no pude:
le debo una canción, no como hermano,
sólo de sal que el delectador también alude.

Le debo una canción a la mentira,
a la mentira pequeña, frágil, casi salva:
le debo una canción endurecida,
una canción asesina, bruta, sanguinaria.

Le debo una canción al oportuno,
al oportuno mutilador de cuanta ala:
le debo una canción de tono oscuro
que lo encadene a vagar su eterna madrugada.

Le debo una canción a las fronteras,
a las fronteras humanas, no a las del misterio:
les debo una canción tan poco nueva
como la voz más elemental de los colegios.

Le debo una canción a una bala,
a un proyectil que debió esperarme en una selva:
le debo una canción desesperada,
desesperada por no poder llegar a verla.

Le debo una canción al compañero,
al compañero de riesgos, al de la victoria:
le debo una canción de canto nuevo,
una bandera común que vuele con la historia.

Le debo una canción, una, a la muerte,
una a la muerte voraz que se comerá tanto:
le debo una canción en que hunda el diente,
y luego esparza con la explosión fuegos del canto.

Le debo una canción a lo imposible,
a la mujer, a la estrella, al sueño que nos lanza:
le debo una canción indescriptible
como una vela inflamada en vientos de esperanza.