Sortilegio
(Silvio Rodríguez)
Qué se hace una mañana
en que ves amanecer
y la vida es una larga
caminata por hacer
Qué se hace si esa hora
fuera rara y familiar
y al oído te confiara
todo lo que va a pasar
Qué se hace si el recuerdo
se parece al porvenir
Qué se hace si el adentro
te pregunta si salir
Qué se hace si las nubes
te dibujan por doquier
sortilegios que supiste
sortilegios por saber
Sortilegio sortilegio
de la copa a la raíz
sortilegio sortilegio
cada calle es tu país
Sortilegio sortilegio
de la tribu a la nación
sortilegio sortilegio
cada día es tu canción
Tolerancia tolerancia
palabrita en el mantel
pocos platos se la sirven
muchas bocas a comer
Veintiuno veintiuno
firmamento del dos mil
en el cielo la paloma
va en la mira del fusil
Qué se hace una mañana
en que todo lo que fue
te parece una migaja
de lo que pudiera ser
Qué se hace qué se hace
sino acaso respirar
y con tu sorbo de aire
levantarte y caminar
Sortilegio sortilegio
de la copa a la raíz
sortilegio sortilegio
cada calle es tu país
Sortilegio sortilegio
de la tribu a la nación
sortilegio sortilegio
cada día es tu canción
Testamento
(Silvio Rodríguez)
Como la muerte anda en secreto
y no se sabe qué mañana,
yo voy a hacer mi testamento,
a repartir lo que me falta;
pues lo que tuve ya está hecho,
ya está abrigado, ya está en casa.
Yo voy a hacer mi testamento
para cerrar cuentas soñadas.
Le debo una canción a la sonrisa,
a la sonrisa de manantial, esa que salta:
le debo una canción a toda prisa,
para que quede que estuvo cerca, agazapada.
Le debo una canción a lo que supe,
a lo que supe y no pudo ser más que silencio:
le debo una canción, una que ocupe
la cantidad de mordazamor de un juramento.
Le debo una canción a los pecados,
a los pecados que no gasté, los que no pude:
le debo una canción, no como hermano,
sólo de sal que el delectador también alude.
Le debo una canción a la mentira,
a la mentira pequeña, frágil, casi salva:
le debo una canción endurecida,
una canción asesina, bruta, sanguinaria.
Le debo una canción al oportuno,
al oportuno mutilador de cuanta ala:
le debo una canción de tono oscuro
que lo encadene a vagar su eterna madrugada.
Le debo una canción a las fronteras,
a las fronteras humanas, no a las del misterio:
les debo una canción tan poco nueva
como la voz más elemental de los colegios.
Le debo una canción a una bala,
a un proyectil que debió esperarme en una selva:
le debo una canción desesperada,
desesperada por no poder llegar a verla.
Le debo una canción al compañero,
al compañero de riesgos, al de la victoria:
le debo una canción de canto nuevo,
una bandera común que vuele con la historia.
Le debo una canción, una, a la muerte,
una a la muerte voraz que se comerá tanto:
le debo una canción en que hunda el diente,
y luego esparza con la explosión fuegos del canto.
Le debo una canción a lo imposible,
a la mujer, a la estrella, al sueño que nos lanza:
le debo una canción indescriptible
como una vela inflamada en vientos de esperanza.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario